jueves, 7 de abril de 2016

La vida se abre camino


Un hombre mata un mosquito. Parece un simple acto de la vida cotidiana, que pasa desapercibido en la intrascendencia de las acciones del día. Sin embargo, hay más detrás de eso de eso de lo que uno cree.
Con la muerte del mosquito, que podría aplicarse a cualquiera de los seres vivos que habitan la tierra -desde una bacteria invisible al ojo humano hasta un enorme elefante o una ballena gigante- se pone fin a una cadena ininterrumpida de descendientes que se remonta a millones de años. 
Si la vida apareció hace millones de años y nosotros -los hombres, los animales, las plantas, los microorganismos, etc- no somos más que los descendientes evolutivos de aquellos primeros pobladores, tanto ese mosquito muerto, como el hombre que lo mata, no es más que la descendencia de toda una cadena de seres vivos que han logrado abrirse camino a lo largo de millones de años, sorteando con éxito las vicisitudes del mundo. 
Nosotros, los hombres, como ellos, el resto de los seres vivos, podemos considerarnos como los hijos de sobrevivientes. Toda una gran línea de descendencia que se remonta por el árbol filo genético, sobreviviendo no solo a los predadores naturales, y a las contingencias coyunturales de un planeta cambiante, sino también a las cinco extinciones masivas que se sucedieron en la historia de nuestro mundo. Todos acontecimientos que han jaqueado la existencia en la Tierra. Los ancestros que han logrado sobrevivir a los grandes a las grandes erupciones volcánicas, a la larga noche del cometa que puso fin al período triásico, a los hielos frios de una lejana prehistoria. Padres e hijos, que han ido sucediéndose una y otra, y otra vez, durante millones de años, evolucionando de seres unicelulares a lo que hoy nos rodea. Cada ser vivo que no logra reproducirse, que no logra dejar descendencia, que no acepta su rol de eslabón biológico de la especie, pone solución de continuidad a una cadena tan extensa en el tiempo que es imposible de imaginar. Si uno pudiera viajar a millones de años atrás, y comenzara a asesinar seres vivos de forma aleatoria, tal vez yo hoy no estaría acá escribiendo esto. 
Pero lo curioso, cuando pensamos desde nuestra insignificancia que todos los seres vivos que estamos hoy en el mundo provenimos de los mismos seres ancestrales que estaban acá antiguamente, o sea, cuando tomamos consciencia de que las flores que embellecen nuestro jardín, los perros que corren por las calles, los gatos que deambulan por los techos, las vacas que vemos a los costados de las rutas, los bichitos de luz que observamos en la oscuridad, las vaquitas de san antonio que caminan por nuestras manos, que todo, absolutamente todo, desciende de generaciones y generaciones con millones de años de antigüedad; cuando asimilamos todo eso, caemos en la cuenta que toda la vida en la Tierra está conectada. Y eso, para mi, es una experiencia de índole espiritual, con profundas implicatorias filosóficas -aunque para muchos no sea más que filosofía barata-.

Todos los hombres somos iguales.

En la serie Forever, de paso sin pena ni gloria por la televisión, su protagonista cierra un capítulo diciendo "La verdad es que todos estamos emparentados. Es solo una cuestión de cuando tiempo atrás rastrees en tu árbol genealógico. En el fondo, todos nosotros compartimos sangre en nuestras venas. Sin embargo, los gustos individuales pueden variar. Si todos estados emparentados, todos tenemos sangre real, por lo que cada niño debería ser tratado como rey o reina. No importa cuan viejos sean nuestros niños". Si lo razonamos, no deja de ser cierto.
Si todos los seres vivos estamos vinculados por ancestros en común, mucho más pronunciada es esa ligazón entre todas las personas. Esto que suena como algo elemental, pareciera no estar tan claro en un mundo donde hombres (especie) discriminan y hasta matan a otros hombres por sus raza y sus razgos físicos, o su nacionalidad. Y más increíble aún cuando sucede por causas políticas o religiosas.
Cuando vemos gente que margina a otras personas por su color de piel ¿es que acaso no ven el vínculo?¿no saben que son la misma sangre, con sus mismos ancestros? ¿no saben que provienen del mismo lugar? Seas negro o blanco, hombre o mujer, rubio o morocho, alto o bajo, gordo o flaco, rápido o lento, heterosexual y homosexual, judío, ateo o católico, sea cuál sea la característica individual que tengas, debes saber que tenes los mismos ancestros en común que con aquellos que son todo lo contrario a vos. 
En definitiva, como dice Shylock en "El mercader de Venecia", la obra de Shakespiere: "Soy un judío. ¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos,
órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos cosquilleáis, ¿no nos reímos? Si nosenvenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?".

El fin de la vida.

Todos estamos vinculados. Somos los hijos de quienes nos precedieron y que han sobrevivido para dejar su descendencia. Muchas dificultades y padecimientos habrán pasado todos ellos para que todas las especie vivan y lleguen, más evolucionadas, a hoy. Pero como dice Neil deGrasse Tyson en su serie "Cosmos. Una odisea en el tiempo y el espacio",  hoy el bastón lo tenemos nosotros. Quienes ponemos en jaque la tierra somos nosotros. "Los dinosaurios no vieron venir aquel asteroide ¿cual es nuestra excusa?"

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