lunes, 7 de noviembre de 2016

Burguesía y gansterismo en el fútbol

Como cada vez que me siento tentado a escribir sobre el deporte o, particularmente, sobre el fútbol, debo volver a mi biblioteca a buscar el libro que Dante Panzeri publicara allá por los años setenta. Me refiero a "Burguesía y gangsterismo en el deporte". A más de cuarenta años de que esas líneas vieran la luz del sol, sin perjuicio de algún anacronismo que pudiera haber en sus páginas, muchas de sus premisas y agudas observaciones siguen tan vigentes como cuando el periodista vivía.

El último capitulo de la novela (sin fin) de negociados en el fútbol viene de la mano de la avanzada por la introducción de las sociedades anónimas. Cualquier observador era capaz de percibir que, el día que el brazo de hierro de Julio Grondona cayera, la AFA se iba a convertir en la trági-comedia actual. Pero a esas luchas intestinas por la construcción del poder, por tener el anillo de Don Julio -al mejor estilo en que en el imperio romano el poder del anillo de los emperadores- se le suma el cóctel generado por el cambio de gobierno, que puso en el sillón monárquico/presidencial a quién fuera el principal impulsor de las sociedades anónimas.
Así es que en el trascurso de un año hemos sido testigos de hilarantes episodios, como la elección del 38-38, o como una "comisión normalizadora" -encabezada por gente que ya era parte de la dirigencia del fútbol local- fue elegida a dedo por quién se sienta en el mencionado sillón, de modo secreto y a la par que, frente a micrófonos, sostenía que el gobierno no iba a intervenir en la AFA; el último y más dantesco episodio, es ahora la avanzada de la AFIP contra los clubes. 
Alberto Abad, titular de la AFIP
Una conferencia de prensa donde se acusaba a los clubes de, por ejemplo, desfinanciar al estado evadiendo $1300 millones, es decir, unos aproximados us$ 86 millones (tomado a 15 el tipo de cambio). Como también se acusaba de generar privilegios en favor de los clubes que pagaban menos mediante el decreto 1212/03. Privilegios que al gobierno no le preocupan cuando, decreto mediante, le otorga us$ 200 millones ($ 3.000 millones) a las empresas mineras, que destruyen el ambiente, que generan escazo trabajo y cuyo código de minería les otorga un montón de beneficios fiscales. Sin mencionar las intrigas de palacio respecto al impuesto al juego que preveían generar unos $ 1200 millones (justo la misma cantidad que, según Abad, los clubes se benefician).  

La legalización del negocio.


Hoy la propuesta para salvar al fútbol de sus desbarajustes son las Sociedades Anónimas. O sea, plantear definitivamente que el fútbol es un negocio -que, en los hechos, ya lo hacen- y, por ley, apropiárselo. La cara más patente de ello la tienen quienes sostienen que, para no destruir todo el resto de los clubes (la faceta social, cultural y deportiva), las sociedades anónimas solo serían para administrar la parte que compete a la redonda. Es decir, marginar a los socios del negocio definitivamente, dejarlos con lo que a las aves de rapiña no les interesa, y quedarse con lo que si, para ganar dinero. Con esta lógica debemos entender, entonces, que los males del fútbol no provienen de los empresarios sin escrúpulos que buscan ganancia de la comercialización de jugadores, ni del elevado "salario" que cobran los mismos, ni de los políticos que buscan hacer de los clubes el feudo propio; sino de la estructura jurídica bajo la cuál se organizan políticamente. Y la solución sería, según ellos, someter el fútbol a la lógica de la maximización del beneficio. Es decir, que por ley, los causantes de todos los males del fútbol, puedan comprar a los clubes. Entregarle las instituciones deportivas, en la parte que les interesa, en la parte que mueven millones, a sus corruptores.

Es cierto que muchos dirigentes hoy manejan los dineros de los clubes con la irresponsabilidad de saber que manejan dineros ajenos, y así se entregan de lleno al negocio, firmando contratos imposibles de pagar, sometiendo a las entidades a relaciones prostibularias con representantes, intermediarios y empresarios de la compraventa de jugadores; pero pensar que la solución estará de la mano de entregarle los clubes a esos buitres de la ganancia, y no en la instalación de mecanismos de responsabilidad que puedan ejercer los socios de manera efectiva, oscila entre la ingenuidad y el cinismo.

El eco de Panzeri.

"Escribo este libro porque siento necesidad de escribirlo ya mismo; ayer, de haber sido posible. Porque siento temor de que, no haciendolo yo mismo en este momento, no surjan, quizá  por muchos años, los testigos munidos del atrevimiento de entregar estos documentos a alguna generación venidera que, seguramente, ha de buscarlos, ha de necesitarlos. Y temo que no los encuentre. (...) Nada más que por eso, para eso, escribo este libro, que, (..) pienso que puede servir para testimoniar un proceso que veo deliberadamente ocultado por el periodismo...".
Con esas palabras Dante Panzeri comienza su libro. ¿Quién testimoniará los procesos que vemos hoy? Procesos que, a diferencia del pasado, en vez de esconderlos y ocultarlo, los sobreexponen con una abundante y avasalladora cantidad de información tal que sea imposible procesarlo por los socios e hinchas del fútbol, y por toda la comunidad. Información que mezcla datos objetivos, con inventos, fantasías, tergiversaciones, y apreciaciones subjetivas. Como la conferencia de prensa de Abad, donde mezclaron el Fútbol para todos, con un presunto delito penal económico por no ingresar ganancias retenidas, con el decreto 1212/03.  
"La historia del fútbol argentino está superpoblada de episodios demostrativos de su enorme descalabro ético, moral, administrativo, disciplinario" nos cuenta en un capitulo llamado "Lo deshonesto como estilo rutinario de vida". Y así, capitulo a capítulo, en un fuerte tono combativo, relata la destrucción del fútbol como juego y como deporte, y en la atrofia-hipertrofiada en la que cayó como espectáculo. Los vaivenes de la AFA, a manos de Alberto Armando y Antonio Vespusio Liberti -por nombrar dirigentes conocidos por todos- no distan de los vaivenes que hoy en día puede verse con Daniel Angelici y Rodolfo Donofrio.
Tal vez, en algo si estaba equivocado Dante. El fútbol ya no es el único moroso impune ante el estado. Los negocios y la corrupción en otros ámbitos le puede competir de igual a igual. Sin perjuicio de ello, en un momento donde las disputas de poder en la AFA no encuentra solución, y donde, desde el gobierno, se busca entregar el fútbol, legalmente, a sus corruptores; el testimonio de Panzeri resuena como un eco del pasado que nos dice que la historia es un péndulo: va y viene.  

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